Hay algo mágico en el sonido del stick golpeando la bocha. Es un golpe seco, pero tiene ritmo. Es como si el deporte hablara. Y quienes estamos aquí, lo entendemos.
Planeta Hockey nació de eso: de las ganas de escuchar al hockey. No al marcador, ni al entrenador que grita desde la raya, ni al comentarista que no sabe ni cómo se llama el arquero. Al hockey de verdad. Ese que se juega entre risas, frustraciones, golpes y abrazos. El de los niños que salen de entrenar con los guantes empapados y la sonrisa más grande del mundo.
Porque, seamos honestos, a veces este deporte parece invisible. No sale en los titulares, no tiene millones en patrocinio y, sin embargo, está lleno de historias que valen oro. Historias que nadie cuenta, pero que mueven montañas: la mamá que vende rifas para pagar el viaje al torneo, el portero que entrena bajo el sol con el casco chueco, el técnico que todavía cree que se puede ganar jugando bonito.
Y sí, también están los que sueñan con llegar lejos —a Italia, a San Juan, a donde los sticks suenan diferente—, pero sin olvidar que lo importante es seguir jugando.
En Planeta Hockey no queremos hablar del hockey como si fuera un deporte. Queremos hablar de lo que pasa alrededor: la pasión, el compañerismo, las caídas, la comunidad que se forma en cada pista. Queremos darle voz a quienes viven esto desde adentro, a los que se levantan temprano un sábado para ver a sus hijos o hijas en el arco, o a los que todavía guardan su primer uniforme porque ahí empezó todo.
No somos una revista. Somos una tribuna, una familia, un grito desde la pista. Queremos contar lo que se siente, no solo lo que se ve.
Así que sí, bienvenidos a Planeta Hockey.
Donde el corazón late al ritmo de los patines.
Donde cada historia importa.
Donde el hockey tiene voz.